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una cuenta atrás por los años.
Nunca había amado al mercader. Lo encontró siempre insoportablemente primitivo, en
muchas formas, aun en aquella despreocupada fase de su vida. Pero aquella misma
fuerza bruta había salvado las vidas de ambos en Diomedes. Y ella estaba buscando un
hombre que fuera su compañero, ni dominante ni servil hacia una mujer que era la
sucesora más probable al trono de Mermes. (Por aquel entonces, el Gran Duque Robert
era viejo y no tenía hijos, y su sobrina Sandra era la salida natural para los electores,
puesto que poco bueno podía decirse en favor de los otros miembros de la familia
Tamarin). No había conocido en Kermes a nadie que la hubiese emocionado demasiado,
lo que era una de las razones de sus giras. A pesar de sus fallos, Van Rijn no era un
hombre del que pudiese sentirse despreciativa, ninguno de sus romances anteriores
había estado tan plagado de tormentas y terremotos... ni de tantos recuerdos para reírse
o exaltarse después. Al cabo de un año, ella sabía que él no pensaría nunca en el
matrimonio ni en cualquier otra cosa que ella pudiese desear si él no lo deseaba. En aquel
tiempo ella era una naturalista ardiente y Eric estaba en su vientre ya, pero a pesar de ello
se marchó. Van Rijn no hizo ningún esfuerzo para detenerla.
Su separación no fue del todo acre, y después intercambiaron algunas comunicaciones
de negocios, cuyo tono no había sido del todo hostil. Con el paso de los años ella llegó a
recordarlo con más dulzura que al principio..., esto es, cuando pensaba en él, lo que no
sucedía muy a menudo después de conocer a Peter Asmundsen.
Era de Hermes, no de las familias pero sí de una respetable familia de los Leales.
Había organizado y conducido personalmente empresas sobre planetas gemelos del
sistema de Maia y varias hazañas le habían convertido en un héroe popular. Cuando se
casó con Sandra Tamarin y adoptó legalmente a Eric, el escándalo que había rodeado su
regreso se acalló. Aunque tampoco fue demasiado el escándalo, bajo la influencia de la
Liga y del Mercado Común, la aristocracia de Hermes habían desarrollado una actitud
tolerante hacia los asuntos personales. Pero era probable que su consorte hubiese tenido
mucho que ver con su elección al trono tras la muerte del Duque Robert. Y después que
Pete murió... ella imaginaba que nunca querría a nadie más.
¿Entonces por qué estoy pensando en Nick cuando debería estar pensando en lo que
voy a hacer con Nadi? Supongo que tiene que ver con Eric. Para bien o para mal, Eric
heredará este mundo tal y como yo haya ayudado a formarlo. Por supuesto, lo mismo
pasará con Joan y Sigurd, pero sobre Eric quizá recaiga el liderazgo.
Si es que queda algo que gobernar. Dio una inquieta vuelta alrededor de la cámara, se
detuvo ante el hacha y dejó que sus dedos se curvaran alrededor del mango. Cómo
deseaba poder salir con aquel día tan hermoso, cazar, jugar, esquiar, navegar, conducir
su hoverciclo a velocidades que horrorizaban a sus bienpensantes súbditos. O podría
visitar la troupe teatral que patrocinaba; su fascinación quizá comprendáis mejor nuestra
posición si conocéis sus orígenes.
Ella se recostó en su asiento. El tenía razón. Aunque no consiguiese otra cosa, una
explicación del fondo de la crisis daría a sus nervios tiempo para relajarse y a su cerebro
tiempo para prepararse.
 Adelante  invitó.
 Hace dieciocho años  dijo Nadi , David Falkayn, como sin duda recordaréis, era
aún un explorador comercial para la Compañía Solar de Especias y Licores. Junto con
sus compañeros salió en secreto, buscando deliberadamente un mundo como Mirkheim.
El análisis de los datos astronómicos le indicaba que posiblemente un planeta así existía
y, si eso era así, dónde estaría aproximadamente. Además lo encontró. En lugar de
notificárselo a su jefe  continuó Nadi , como se supone que debe hacer un explorador
comercial cuando encuentra un nuevo territorio prometedor, Falkayn fue a otros lugares.
Se entrevistó con líderes bien escogidos entre los pueblos subdesarrollados, los pueblos
pobres, las razas humildes cuyo abandono y abuso por la Liga había despertado su
indignación. Fue él quien consiguió que formasen un consorcio con el propósito de extraer
y vender las riquezas de Mirkheim, para que los beneficios pudiesen ir a sus pueblos.
Sandra asintió... Los portavoces de Supermetales habían estado defendiendo su causa
en términos parecidos desde la expedición de Rigassi. Recordó a un hombre que había
hablado en público en Starfall.
 ...Cómo planetas como Woden, Ikrananka, Ivanhoe, Vanessa. ¿cómo llegarán a las
estrellas los habitantes de planetas así? ¿Cómo llegarán a compartir la tecnología que
facilita el trabajo, preserva la salud, impide el hambre, educa, da el control sobre una
naturaleza indiferente? Apenas tienen nada que vender: unas especias, un tipo de pieles,
un estilo de arte, posiblemente unos cuantos recursos naturales como aceites o minerales
fácilmente accesibles. Así no podrán ganar bastante para comprar naves espaciales,
plantas energéticas, autómatas, laboratorios de investigación, escuelas. La Liga no tiene
interés en concederles subsidios. La caridad pública y privada hacen ya frente a más
peticiones de las que pueden atender. ¿Deben entonces razas enteras pasar por milenios
de una angustia que se puede evitar para desarrollar solos cosas que hace ya tiempo que
se conocen en otros lugares?
»¿Y qué pasa con las colonias plantadas por los humanos, o los de Cynthia, u otras
especies que viajan por el espacio? No las colonias que han triunfado, que prosperan,
como Hermes, sino las tristes, las alejadas, cuyos habitantes poseen poco más que el
orgullo de ser independientes. Si pueden comprar los medios para ello, podrán modificar
la dureza de su medio ambiente. De otra forma, se arriesgan a la extinción final.
»La Compañía de Supermetales fue organizada en mundos de este tipo por individuos
de toda confianza. El provecho que se obtendría con una inversión relativamente pequeña
de capital era fantástico. Pero ¿respetarían sus derechos de propiedad los magnates de
la Liga? ¿Les dejarían los gobiernos en soberana paz? El precio era demasiado grande
para arriesgarlo...
 Hum... ¿Señora?  llegó la voz de Nadi. Ella salió sobresaltadamente de sus
recuerdos.
 Mis disculpas  dijo . Mi mente se había ido.
 Temo haberos aburrido.
 No, no. Al contrario. De hecho, más tarde me gustaría oír detalles de los trucos que
usasteis para mantener escondidos vuestros tesoros. Maniobras de evasión cuando [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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